El economista Óscar García Jurado publica “Aproximación a la Economía Crítica para entender y actuar” (Zambra y Baladre)
Junto a David Ricardo, Thomas R. Malthus, John Stuart Mill y Jean Baptiste Say y otros se les conocería como a los “clásicos” de la disciplina. Sus ideas, en un contexto de capitalismo juvenil y vigoroso, realzaban la función del empresario y de la burguesía en ascenso, que intentaba horadar el estatuto privilegiado de la clase terrateniente. Pasadas las centurias, las crisis y las mutaciones, el capitalismo conserva su esencia: propiedad privada, ánimo de lucro, prioridad de las mercaderías, compra-venta de la mano de obra, extracción de la plusvalía...
La celeridad de las informaciones, las imágenes y los hechos; el impacto de las redes sociales, con estadísticas que se solapan y devoran, el imperio del instante y la primacía del “fast food” mediático hace imprescindible recordar las verdades más sencillas. A ello dedica el economista de Morón de la Frontera (Sevilla) Óscar García Jurado un ensayo de 143 páginas, “Aproximación a la Economía Crítica para entender y actuar”, editado por el colectivo Zambra de Málaga y por Baladre (Coordinación de Luchas contra la precariedad y la exclusión). El libro es producto de las lecturas y el resumen que el autor realiza de otras dos obras: “¿Para qué sirve realmente la economía?” (Paidós, 2015), de la economista crítica Miren Etxezarreta; y “Diecisiete contradicciones y el fin del capitalismo”, del geógrafo marxista David Harvey; y también del documento “Reflexionando sobre las alternativas”, elaborado por el Seminario de Economía Crítica Taifa.
Óscar García Jurado adopta como punto de partida la siguiente premisa, tan desnuda como certera: “No existe ninguna aproximación al conocimiento que sea neutral, y menos aún en el ámbito del análisis social”. Comparte con los lectores otra evidencia, en la que insistía el economista sueco Gunnar Myrdal: desde el primer momento el autor ha de explicitar los supuestos de los que parte. Éste debería ser el proceder general, pero no actúan de tal modo los economistas ortodoxos, que además de quedarse en la superficie de las cosas, “sirven a los intereses de las clases dominantes”. Basado en el libro de la catedrática de Economía Aplicada Miren Etxezarreta, el primer capítulo representa una firme apuesta por la economía crítica, entendida como el análisis pergeñado desde la perspectiva de las clases populares. El texto tampoco oculta la intención divulgativa. Se aproxima a los elementos básicos del marxismo -teoría del valor trabajo, plusvalía, relaciones de producción capitalista, procesos de acumulación- pero además pone el foco en otras escuelas de la economía crítica, menos al alcance del lector medio.
Por ejemplo la Antigua Economía Institucional, que incluye a pensadores como Thorstein Veblen, autor de la “Teoría de la clase ociosa” (1899) y “Teoría de la empresa de negocios” (1904). A la nómina se agregan otros como John R. Commons (1862-1945), Wesley C. Mitchell (1874-1948) y actualmente Geoffrey M. Hodgson, conocido por trabajos como “Economics and Utopia”. Sin perderse en las profundidades, uno de los principales méritos del institucionalismo crítico es trascender la perspectiva de los economistas convencionales, partidarios firmes del individuo como unidad de análisis irreductible. La Antigua Economía Institucional (no así la nueva) amplía la lente a las empresas, bancos, corporaciones, universidades, el dinero, el lenguaje y las leyes. Óscar García Jurado destaca asimismo a los postkeynesianos, etiquetado muy general que agrupa a corrientes diversas con algunos elementos comunes. Coexisten aquí “Keynesianos” como Joan Robinson, Sidney Weintraub o Hyman Minsky, “neorricardianos” y “Kaleckianos”, entre otros. Lejos de los modelos ideales de libre concurrencia y equilibrio de precios, tan caros al liberalismo económico, Kalecki asumió en sus análisis la realidad de los oligopolios. Siguiendo el camino trazado por Marx, el economista polaco también subrayó la incompatibilidad entre capitalismo y pleno empleo, ya que el desempleo resultaba “funcional” al sistema: disciplina la mano de obra y abarata los salarios.
No son marxistas ni anarquistas, pero sí economistas críticos cuyas aportaciones resultan de interés. Algunos, como Piero Sraffa, autor en 1960 del breve texto “Producción de mercancías por medio de mercancías”, sostiene frente a los economistas ortodoxos que la distribución de la renta depende de la correlación de fuerzas entre capital y trabajo. No obstante, García Jurado encuentra, de acuerdo con Miren Etxezarreta, una falla en estos autores: “No se enfrentan a las estructuras de propiedad y al acceso a los medios de producción”. Que es precisamente la fuente de los males. Al menos así se desprende de la lectura de “Aproximación a la Economía Crítica para entender y actuar” y otros libros que Óscar García Jurado ha publicado con los colectivos Zambra y Baladre: “¿Qué es la renta básica de las iguales?” (con José Iglesias Fernández y Manolo S. Bayona), “Catálogo de políticas miserables” y “La crisis económica, instrumento de los que más tienen”. El autor se define en su cuenta de Twitter como “economista de pueblo y cooperativista”, trabaja en la cooperativa “Autonomía Sur” y es miembro del consejo rector en Andalucía de Coop57, organización dedicada a las finanzas éticas y solidarias.
La segunda parte de la aproximación a la economía crítica aborda el capitalismo realmente existente hoy. Un mundo en el que, iniciada la crisis, las operaciones financieras sólo mediante productos “derivados” ascendían a 601 billones de dólares (2010), lo que suponía multiplicar por diez la producción real del planeta (63 billones de dólares) en el mismo año. Pero si se toma la cifra de transacciones en divisas extranjeras, implicaría multiplicar la base material por quince. “Estas cifras han aumentado de manera exponencial en los últimos años”, advierte Óscar García Jurado. De modo paralelo, se observa una tendencia cada vez más acusada a la concentración de capital. El libro menciona como ejemplo que sólo diez empresas han controlado en los últimos años el mercado global de la alimentación y otras diez el del petróleo. Aunque de difícil cálculo, hay cifras menos conocidas por poco publicitadas, como el producto criminal bruto, que algunas estimaciones sitúan como mínimo en el 15% del comercio mundial. No se trata de abstracciones. Todo ello tiene su correlato en las economías domésticas y en el día a día de la población trabajadora. En el estado español se han producido 52 reformas laborales entre la aprobación del Estatuto de los Trabajadores en 1980 y finales de 2014. Y pese a las aseveraciones del ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, diferentes fuentes señalan que los salarios nominales han disminuido del 7% al 11% en el periodo 2008-2014.
Las aportaciones del catedrático de Antropología y Geografía en la City University of New York, David Harvey, tampoco figuran en las parrillas televisivas ni se explican en los platós de la actualidad “candente”. Frente a las alicortas y urgentes opiniones de última hora, el autor del concepto “acumulación por desposesión” y de obras como “Guía de 'El capital' de Marx” o “Ciudades rebeldes” resalta que el aumento de la demanda en las últimas cuatro décadas responde a la creación de deuda pública y privada. Pero éste no es el único de los factores estructurales de relieve. Nótese que el tiempo de duración de los bienes de consumo ha sido sensiblemente reducido -la llamada “obsolescencia programada”-, mientras la circulación de productos en el mercado se renueva permanentemente con la ayuda de la moda y la publicidad.
Despilfarros al margen, el sistema ha virado al menos en Occidente hacia la producción y el consumo de espectáculos, mercaderías efímeras que se consumen al instante: conciertos películas, deportes, hasta el turismo… En una nueva vuelta de tuerca, apunta Óscar García Jurado de acuerdo con las tesis de David Harvey, “el capital moviliza a los espectadores para que produzcan sus propios espectáculos”. YouTube, Facebook, Twitter… Producidos por los consumidores, sí, pero cuyo beneficio económico acaparan los propietarios y accionistas de las plataformas, en muchos casos entramadas a fondos de capital riesgo. Lo apunta David Harvey, pero esta línea de pensamiento engarza con algunos planteos del filósofo y pensador de la Ecología Política André Gorz. “El giro hacia la producción inmaterial y el espectáculo es más un último estertor del capital que la apertura de un nuevo horizonte para su acumulación sin fin”.
La última parte del texto de Zambra y Baladre reflexiona sobre las “alternativas”. Importa el contenido de estas 46 páginas –las funciones del sector público, los salarios y las relaciones laborales, el avance hacia empresas no capitalistas, la planificación económica y la autogestión, la apuesta municipalista y el cambio de valores-, pero no revisten menor interés las advertencias previas. “En una genuina sociedad alternativa, el proceso de transformación no se acabaría nunca”, apuntan Óscar García Jurado y el colectivo Taifa. Además, dado que el potencial cambio de sociedad tendrá sus raíces en el seno del capitalismo, se enfrentará a inevitables contradicciones. Otra idea muy arraigada en parte de la militancia, y de la que el libro disiente, es la supuesta necesidad de armarse con un programa ya cerrado, que fije perfectamente los objetivos para la lucha social. En “Aproximación a la Economía Crítica” se defiende por el contario hacer camino al andar, ya que una sociedad radicalmente distinta “necesita mucho más que un plan teórico previo”. Tampoco parece sencilla en Occidente una urgente y “revolucionaria” toma del poder. Más bien se trataría de una transformación permanente de la sociedad. De eso trata el libro, y de no dejar la Economía en manos de esos “señores bien vestidos que con una jerga ininteligible nos dicen que con la cosas de comer no se juega”. En manos de los expertos.
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