EN POCAS PALABRAS. Un paseo por el mundo. 15-M RONDA.- Bajo el frío e insensible enunciado de MENAS, se esconden las historias de niñas y niños que se convierten en mujeres y hombres demasiado rápido. Llegan a España persiguiendo un sueño, se ven envueltos en una burocracia atroz que les engulle, en algunos casos, y cuando cumplen los temidos 18 años pasan a caminar por la difícil cuerda de la supervivencia.
Están solos, sin familia, y de ellos depende su propio camino. Proceden de los países del Magreb y, fundamentalmente, de Marruecos y Argelia. Pero también, procedentes de países de Europa del Este, del África Subsahariana, de Siria, etc. Da igual que tengan que cruzar centenares de kilómetros a través del mar, en una barcaza sin casi comida y ni agua, durante muchos días, mojado, sin saber nadar, con olas gigantescas que le engullen, algunos llagados por la sal. No podemos olvidar que antes que extranjeros son menores.
La llegada de niñas y niños solos a nuestro país comenzó a finales de los 90 y ha sido un fenómeno que ha ido creciendo en los últimos años. Aunque el porcentaje con respecto a las cifras de migrantes adultos sigue siendo baja y también con respecto al total de menores extranjeros que viven en España.
En estas décadas, el perfil no ha cambiado demasiado. Siguen siendo en su mayoría adolescentes de Marruecos y Argelia, aunque poco a poco ha ido aumentando el número de los que provienen, sobre todo, de distintos países de África Subsahariana. La inmensa mayoría de ellos huyen de la pobreza, situaciones de desestructuración familiar y desprotección institucional, falta de oportunidades, la guerra o la violencia, catástrofes naturales, persecución y situaciones de violación generalizada de los derechos humanos.
España se ha convertido en la primera puerta a Europa de personas migrantes. Durante los últimos dos años, el ingreso de niñas y niños migrantes no acompañados por la frontera sur española (principalmente Andalucía, Melilla y Ceuta), se ha incrementado de manera sustancial. De 2017 a 2018, las llegadas por vía marítima han aumentado un 158%, y un 103% el número de niñas y niños migrante no acompañados en el sistema de protección. A finales de 2018, había 13.012 en el “Registro de Menores Extranjeros No Acompañados” (Informe de UNICEF Comité Español (2019), “Los derechos de los niños y niñas migrantes no acompañados en la frontera sur española”).
Los centros para menores extranjeros no acompañados (menas) de Andalucía registran hasta el 50 por ciento de abandonos, esencialmente por la falta de protección e incertidumbre que les provoca el sistema, lo que sitúa a la comunidad como la primera en la tasa de abandonos, escapándose duermen fuera al raso. Nadie les busca, el discurso oficial se ha reducido a “es que son así, hay que aceptarlos”.
Sin embargo, para la Agencia Europea para la Gestión de la Cooperación Operativa en las Fronteras Exteriores de los Estados miembros de la Unión o Frontex (del francés, fronteras exteriores) que es un organismo que dirige y coordina la llamada «lucha contra la inmigración ilegal» en la Unión Europea, se prevé un incremento gradual de su presupuesto, de los 143 millones de euros inicialmente previstos para 2015 pasaron a 238 millones de euros en 2016; 281 millones, en 2017 y previsiones de 322 millones de euros para 2020. Varias empresas españolas se benefician de los contratos públicos para el control de fronteras en España y en Europa. Mientras miles de personas mueren en el mar tratando de huir de guerras y hambre, el negocio de las fronteras es cada vez más lucrativo.
La propia Directiva de Defensa del gobierno español señala como «amenaza» la inmigración, a la que tilda —con una clara intención criminalizadora— de «tráfico de personas». Ante ello es importante desmentir la falacia. Lo cierto es que la inmigración denominada «irregular» en la que, junto con otros, se inscribiría los grupos humanos a los que se intenta cerrar el paso en la frontera Sur, constituye una pequeñísima proporción, concretamente un 4’5% de toda la inmigración recibida por el estado español en 2017.
Urge adecuar los marcos normativos estatales y autonómicos a los estándares internacionales de derechos aplicables a las niñas y niños migrantes no acompañados, para que dejen de ser las hijas y los hijos de la nada, como pequeños restos de un naufragio, provocado por una economía financiera de mercado depredadora de las personas más débiles.
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