Agroecología y/o siembra de rebeldías

cartelEn pocas palabras ¡Sí se puede! 15-M RONDA.- Actualmente las ciudades se enfrentan a diversos retos vinculados con la alimentación y conectados entre sí. Por un lado, superar el estancamiento económico, aprovechando los recursos locales como generadores de riqueza social y empleo digno. Y por otro, recuperar y conservar las tierras agrarias urbanas y periurbanas, de cara a asegurar el abastecimiento de alimentos de cercanía y de calidad, y recuperar los servicios ambientales asociados a un territorio agrario vivo y bien conservado.

Por ello surge la Red de Ciudades por la Agroecología, una asociación formada por entidades locales del estado español, con el fin de construir sistemas alimentarios locales, respetuosos con el medio ambiente, sostenibles, inclusivos, resilientes, seguros y diversificados que aseguren comida saludable, sostenible y accesible al conjunto de la población, y que potencien el empleo local, en línea con las perspectivas de la agroecología y la soberanía alimentaria.

La Red de Ciudades por la Agroecología comienza su andadura a principios del año 2017, aunando varios municipios del Estado español que habían iniciado el desarrollo de políticas alimentarias con perspectiva agroecológica. Dichos municipios aspiran a ser un espacio de referencia para la promoción de políticas locales innovadoras para la sostenibilidad local, que contribuyan a satisfacer la demanda de alimentos ecológicos y de una alimentación saludable justa y sostenible, por parte de sus poblaciones, en un contexto de sostenibilidad, soberanía y seguridad alimentarias.

El pasado 18 de octubre se ha aprobado en el Registro Nacional de Asociaciones, con lo que queda formalizada la Red de Ciudades por la Agroecología. La finalidad de esta Red es imprescindible para reducir la vulnerabilidad de un modelo alimentario basado en abastecer a las ciudades con alimentos procedentes de lugares cada vez más lejanos, que lleva asociado un elevado consumo de energía y de emisiones a la atmósfera, además de los plaguicidas como el herbicida glifosato, que ha sido clasificado por la Organización Mundial de la Salud como “probablemente cancerígeno para los seres humanos”.

Frente a la magnitud de estos desafíos, la agroecología surge como una propuesta de futuro que se sustenta en la construcción de sistemas alimentarios locales, basados en la economía circular y en un manejo agrario sostenible y apoyado en los principios de la ecología. Propone, además, un modelo de gobernanza basado en la participación y la soberanía alimentaria, articulando distintas escalas territoriales.

También promueve la equidad social, mejorando el acceso a alimentos frescos, sostenibles y de calidad, y en especial de los grupos sociales de rentas bajas manteniendo tanto la dignidad de sus rentas como los servicios ecosistémicos que proveen.

El compromiso y la acción de las ciudades en torno a la sostenibilidad, la cohesión social y la democracia, les está otorgando una creciente presencia en el panorama político actual, a pesar de la limitación de sus recursos y competencias. El terreno de la alimentación es uno de los ámbitos en los que más avances se están realizando, desde los programas de agricultura urbana hasta las políticas alimentarias destinadas a mejorar la articulación campo-ciudad, pasando por la salud comunitaria, el fortalecimiento del tejido social, la creación de empleo o la lucha contra el cambio climático. Todas estas iniciativas están contribuyendo a definir las nuevas identidades adoptadas por las ciudades en el escenario mundial, una dinámica en la que muchas ciudades españolas están también jugando un papel destacado.

Los gobiernos locales han sido desatendidos por las instituciones internacionales y los estados, más preocupados por la estabilidad de la economía financiera que por el bienestar de sus ciudadanas y ciudadanos, lo que les ha obligado a combatir las políticas de austeridad con creatividad y capacidad de acción. La mejora de la calidad de vida de la ciudadanía es una responsabilidad que ha ido acercándose al ámbito local para acercarse al compromiso diario de las ciudades.

Necesitamos sembrar rebeldías diversas e interconectadas que confluyen en situar el cuidado de la vida en el centro de nuestros valores y por tanto de nuestras prácticas. Rebeldías que contagian desde lo cercano, que entusiasman desde lo común, que rompen, desde abajo, con este mundo imposible. Aprendemos desde ellas a construir zonas libres de capitalismo y patriarcado, abrazando la cooperación, el apoyo mutuo, la igualdad y el respeto a una naturaleza de la que somos parte. En ellas no tienen cabida las economías pensadas desde la lógica de la acumulación sino las economías sociales y solidarias que sostienen nuestra vida y la de los territorios.

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