PGE 2022: Un gasto militar desmesurado porque ellos no están en crisis

cartelCONSTATACION DE UN FRACASO Y DE UNA RESPONSABILIDAD

El gobierno de PSOE y Unidas Podemos presupuesta más de 43.000 millones para el ejército.

Juan Carlos Rois. Tortuga.- Los PGE contienen las cifras con las que el estado pretende desarrollar sus políticas públicas. Los planes son ideas, a lo sumo papeles y expedientes, pero no tienen patas para andar ni manos para hacer cosas. Les hace falta dineros y recursos que se movilicen para desarrollarlos.

Y el dinero, por ello, permite conocer una parte importante de lo que se va a hacer. Nos deja preguntarnos el para qué de un gasto y, en el caso de los gastos de alto coste de oportunidad, como es el gasto militar, comparar lo que se dilapida con lo que se deja de hacer en otros asuntos o políticas, sobre todo teniendo en cuenta la enorme distancia y antagonismo entre la defensa militar que reclama el Estado y la seguridad humana que construye la gente y sus cotidianeidades.

En el caso del gasto militar la constatación de su exagerado volumen nos permite además darnos cuenta de nuestra ineficacia y de nuestra impertinencia:

Ineficacia porque si se ha vuelto a disparar de manera considerable y si se siguen produciendo los mismos patrones de opacidad, financiación de lo que no debería formar parte de las prioridades o, en suma, refuerzo del militarismo, es porque no hemos sido capaces con nuestra acción, pequeña o grande, ni de problematizarlo ni de cuestionarlo suficientemente. Los políticos, mientras no les pase factura, y sobre todo en un complejo juego de complicidades donde el militarismo tiene tanto peso, no abordarán ninguna decisión de reducir el gasto militar ni de desmilitarizar las políticas a cuyo servicio se establece. Ello dice mucho de la necesidad de invertir nuestro esfuerzo: no tanto a criticar este gasto, que a la larga es un aspecto a posteriori, cuando ya no tiene remedio, como a luchar por impedirlo, que implica una lucha más constante, del día a día, y a priori, antes de que lo perpetren.

Impertinencia también, porque no podemos dejar de mostrar nuestro disenso a tanto y tan complaciente consenso en mirar para otro lado ante el gasto militar y, lo que es más preocupante, ante la creciente militarización a la que asistimos. Hay silencios cómplices y tal vez cuando quieran empezar a levantar la voz sea más bien tarde para ello.

Durante 2020 y 2021 la estrategia de legitimación del militarismo ha crecido y a ello no ha sido ajena una coyuntura de miedo pandémico que han sabido aprovechar para meternos militares hasta en la sopa. También para incrementar las políticas de control social que ya se venían practicando, quizás mas tímidamente, antes y para desarrollar todo el ideario securitizador, con la asistencia de la tecnología a su servicio, en una paradoja en la que nos venden la sensación de mayor libertad, pero nos hallamos ante un mayor sometimiento al control y la vigilancia que nunca.

El gasto militar contribuye a todo ello y cuanto más grande es y más dimensiones abarca, más contribuye a nuestra paradoja de ciudadanos-siervos en este nuevo feudalismo tecnológico que nos aferra a las no cosas y los no lugares.

Una última consideración. Sobre el gasto militar hay diversas versiones y diversas estimaciones. Ello es lógico porque ocurre que es un gasto deliberadamente opaco. Pero también porque las visiones desde las que se analizan son diferentes.

El movimiento pacifista y antimilitarista debe acudir, qué duda cabe, a estudios y aprovechar lo que dicen los especialistas, institutos más o menos científicos y académicos e instituciones de cualquier temple. Ellos tienen medios y preparación innegables y no podemos dejar de valorar sus esfuerzos. Pero mal haríamos si nos dejáramos llevar por sus apreciaciones sin someterlas a análisis propios, pues estos lugares del saber, al igual que nosotros, están posicionados, parten de presupuestos y considerandos, a veces también de intereses, desde los que miran la realidad que observan.

En esta tarea del gasto militar, que a menudo asusta y parece tan compleja, el movimiento pacifista ha solido retraerse y esperar que una mano experta le indique las estimaciones correspondientes. En mi opinión es un error. Precisamente el error que tiene que ver con los criterios desde los que se analizan las cosas, que no será lo mismo desde una mirada netamente antimilitarista que aspira a la desmilitarización y al transarme, pongamos por caso, que, a una mirada pacifista, que aspira al desarme y a un cierto estatus quo de ausencia de guerras, o si nuestra mirada es reformista de lo militar. Ni nos parecerá que es gasto militar lo mismo, ni nos parecerá que hay que analizarlo del mismo modo.

Por mi parte, y teniendo en cuenta que a pesar de haber clamado por conseguir que más gente se encargue de realizar el seguimiento del gasto militar sin éxito, tengo que decir que ni es una tarea tan compleja ni necesita tal especialización. Cualquier participante en la lucha por la paz sin especiales conocimientos económicos puede en poco tiempo estar tan cualificado como un técnico de hacienda o un investigador al uso, por ejemplo.

A la prueba me remito: la gente de Gasteizkoak en su día, el Grupo Tritón, Tor, el Grup Tortuga, Utopía Contagiosa, yo mismo … Ninguno somos expertos más allá de lo que hace experto a cualquiera el uso frecuente de algo. Hemos sido simples activistas o personas sin más interesadas por este enfoque. Y hasta aquí hemos llegado.

Me gustaría, ahora que pretendo dejar de rastrear el gasto militar en sucesivos ejercicios, poder dar el relevo a alguien más. Incluso acompañando su inicio con lo que he aprendido en el camino.

Es el momento de que el movimiento asuma el reto de profundizar y mantener este análisis desde sí mismo y desde sus preocupaciones y prioridades, sin depender de una voz más o menos autorizada que haga por nosotros tal análisis.

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