vidasana.org.- Jerónimo Aguado Martínez es campesino y hacedor junto a otras muchas personas de la construcción de pequeñas utopías, esas que permiten ampliar el campo de la justicia social, la libertad y la felicidad del ser humano en un planeta que nos acoge a todos y todas desde lo diversos que somos. Su activismo social lo ejerce principalmente en la granja donde trabaja, enfrentándose al reto cotidiano de producir alimentos sanos para la gente, y en diversos movimientos sociales, desde donde comparte el sueño de que otro mundo es posible y urgentemente necesario. Esta entrevista se publicará en un monográfico (el de enero) de The Ecologist exclusivamente dedicado a la despoblación rural.
-¿En qué medida la ganadería ecológica puede ser una herramienta válida para luchar contra la despoblación rural? ¿Nos puedes comentar tu caso?
-En la coyuntura actual por la que atraviesa el medio rural, dentro del sector primario, la ganadería es la única actividad que genera empleo y asienta población. La ganadería ecológica, en la medida que minimiza la unidad productiva (granjas más pequeñas) y es menos dependiente de tecnologías foráneas, multiplica las posibilidades de activos; es decir, si somos capaces de entender que el crecimiento siempre se hace a costa de desplazar a alguien para ocupar el sitio de otros y otras (si mi granja crece continuamente, es porque estoy robando el espacio para que otros y otras puedan vivir), la ganadería ecológica es una verdadera herramienta de crear trabajo y de lucha contra la despoblación rural. Como campesino y ganadero ecológico intento llevar a la práctica la idea de una agricultura a pequeña escala, asociada a la ganadería, y sostenida en una pequeña superficie que no alcanza las 15 hectáreas, cerrando ciclos productivos y minimizando (en términos energéticos y de inputs) la dependencia externa. Priorizo la producción de alimentos para la familia (carne, huevos, hortalizas y fruta), mantengo un rebaño de 100 ovejas churras para la producción de cordero y engordo unos 900 pollos para apoyar la alimentación de decenas de familias que han decidido apoyar mi compromiso campesino, a la vez que cuidamos del territorio donde producimos. Dicha unidad productiva desde los parámetros de la intensificación agraria es considerada irrisoria, pues en su lógica no es posible permanecer sin crecer ilimitadamente.
AMAYUELAS
-¿Parte de tu opción personal está relacionada con la lucha contra la despoblación rural? ¿Cómo ha sido tu compromiso en el proyecto de Amayuelas? ¿Qué ha significado para el medio rural esta iniciativa?
-Amayuelas ha sido un laboratorio de ideas y proyectos construidos a partir de otras lógicas, muy lejanas a la del crecimiento continuo, proyectos que se pueden multiplicar en otros muchos lugares como alternativas para asentar nuevos pobladores y recuperar pueblos con muy baja densidad de población. Más de 25 años de mi vida se han dedicado a esta causa, y especialmente a este proyecto. Los resultados, con todos los problemas que conllevan estas iniciativas, han sido magníficos. Ahora, visto desde la lejanía (en estos momentos estoy fuera del proyecto), el mero hecho de conseguir ser referente para la construcción de proyectos similares en otros territorios… es suficiente para decir que todo el esfuerzo realizado por un grupo de personas ha merecido la pena.
-¿Cuáles son, desde tu prisma, los principales problemas asociados a la despoblación rural?
-Para abordar con objetividad dicha problemática no debemos obviar que la agricultura, el sector primario, en la medida que fue incorporado a una economía monetizada y mercantilizada, dejó de cumplir la función social que le corresponde: alimentar a los pueblos a la vez que se cuida de los territorios donde se realiza el acto sagrado de producir la comida. Dicha estrategia, impuesta por el modelo de economía dominante y con el beneplácito de las instituciones, ha liquidado la diversidad de pequeños modelos de agriculturas campesinas, que verdaderamente generaban trabajo, economías reales y mucha gente viviendo en los pueblos. En la medida en que el modelo campesino fue desapareciendo muchos territorios quedaron abandonados y los servicios públicos se fueron desmantelando (cierre de escuelas, farmacias, transporte público, centros de salud, la tienda de ultramarinos, la cantina donde la gente se encontraba tras la jornada de trabajo, etc.) cumpliendo un efecto dominó. Pero este diagnóstico no puede pasar por alto dos cuestiones. La primera relacionada con la PAC, política agrícola que ha declarado la guerra al medio rural, como una de las herramientas claves para afianzar un modelo agrícola industrial dominado por el agronegocio y gestionado por grandes propietarios entregados a la causa del acaparamiento de tierras y la privatización de los recursos naturales, excluyendo a los productores y productoras con menos capacidad para competir. La segunda, la necesidad del sistema capitalista de trasladar a millones de personas del campo a las grandes urbes para cubrir con holgura las demandas laborales de otros sectores productivos concentrados en las ciudades.
En definitiva, nos han expulsado del campo, de nuestros pueblos, minusvalorando y ridiculizando nuestras culturas, inculcándonos la idea de que nuestras formas de vida eran obsoletas, habían pasado a la historia…. Un etnocidio planificado y apoyado por las políticas institucionales, sin que nadie aparezca como responsable.
LA ADMINISTRACIÓN
-¿De qué manera piensas que la Administración debería ayudar a fijar población rural en el marco de la agricultura y la ganadería ecológicas?
-Después de tantos años de abandono planificado se me hace difícil pensar que la Administración esté en disposición de abordar el gran desafío de mantener un mundo rural vivo. Pero por si pudiera producirse algún milagro me atrevo a proponer cuatro medidas políticas urgentes para revertir el proceso imparable de la despoblación rural.
La primera, restaurar los servicios públicos universales desmantelados desde hace décadas, al aplicar desde lo público un criterio meramente economicista a la hora de mantenerlos o no, sin tener en cuenta la dimensión social. Facilitar el acceso a los mismos en igualdad de condiciones que en el mundo urbano supondría un incentivo importante para aquellas personas que desean volver al campo o quedarse en él.
La segunda, desburocratizar los procesos legales para la puesta en marcha de proyectos e iniciativas agroecológicas locales (producción ecológica, pequeñas empresas relacionadas con la transformación de la producción local, disponiendo de un marco legal diferenciado de la gran industria agroalimentaria.
La tercera, facilitar el acceso a la tierra para la incorporación de nuevos productores y productoras, comprometidos y comprometidas en dar un uso social a la misma, expresado en el acto de abrazarla y no agredirla. El apoyo a la creación de bancos locales con tierras públicas, nutrido también con las de los pequeños propietarios que abandonan la actividad (antes de que sean acaparadas por el gran capital), junto a los miles de hectáreas que muchas regiones disponen de tierras del común, podrían ayudar a consolidar el resurgir de un nuevo campesinado con vocación de vivir en los pueblos.
Y la cuarta: se hace urgente dar un giro a la PAC, poniendo ésta al servicio de un modelo de agricultura con agricultoras y agricultores, basado en la agroecología y en manos de pequeñas unidades familiares, y que tenga el compromiso social de alimentar a los pueblos y no especular con los alimentos. Es decir, se trata de invertir la relación del uso presupuestario de dicha política, que el 80% de dicho presupuesto que acaparan el 20% de los propietarios (no de agricultores y agricultoras) sirva para apoyar a los campesinos y campesinas que viven en los territorios donde ejercen la actividad, a la vez de crear líneas de apoyo a la incorporación de gente joven a la vida campesina.
LA FAMILIA
-¿De qué manera la unión familiar es una manera de sortear los envites de los problemas que tiene o puede tener hoy la vida en un pueblo?
-En las culturas campesinas la unidad familiar como entidad afectiva, vivencial y reproductora de la vida… siempre fue una pieza clave para resistir las adversidades que conlleva la vida en el campo (a veces en territorios duros e inhóspitos para poder vivir en ellos trabajando la tierra y el ganado) y poder gestionar con absoluta perfección modelos sustentables de agricultura local con casi nulos costes energéticos. Es decir, para producir una kilocaloría de alimentos no necesitamos consumir tres, o seis, o veinte kilocalorías de energía, como sucede en la agricultura industrial, encubriendo los costes reales de producción, que se cargan a las arcas públicas y a los pueblos periféricos a los que se les roba sus recursos naturales para ponerlos al servicio de la codicia del agronegocio. En dicho concepto de vida rural, que no es teórico, sino eminentemente práctico, no se entiende la división del trabajo, ni la regulación de horarios, ni la especialización en una actividad. La acción campesina sólo es concebida como un eslabón más de la vida, por eso siempre fue más fácil acometer dicho proyecto desde la estructura familiar, sin olvidar la doble implicación de las mujeres campesinas, a las que muy pocas veces se las reconoció su doble compromiso y dedicación, compatibilizando el trabajo en el campo con los cuidados de la familia.
-¿Por qué crees que, en general, a la Administración no le interesa demasiado atender con más interés la vida rural?
-Creo que la hoja de ruta definida para con el medio rural desde las políticas públicas es conseguir cuanto antes su liquidación. El modelo de desarrollo que apoyan no necesita de agricultores y agricultoras, ni personas que vivan en los pueblos, salvo las necesarias para el mantenimiento y gestión de las estructuras que den respuesta a las demandas de ocio de una sociedad que se asfixia en las grandes urbes. Mi percepción es que los que aún vivimos en la llamada “España vacía” somos un incordio para las instituciones públicas, problema que es más fácil de solucionar haciéndonos desaparecer del mapa. Para el modelo capitalista, cualquier resquicio de cultura campesina es urgente liquidarlo: nuestras formas de vida autónoma y de relacionarnos con el entorno que nos acoge y alimenta, sin entrar en las lógicas y dinámicas de la mercantilización de la vida, no son aceptadas por el gran capital. El campesinado nunca fue negocio para las multinacionales, de él había poco que sacar. Capitalismo y campesinado son dos lógicas contrapuestas de entender la vida y de relacionarnos con la naturaleza.
-¿Hay muchos pueblos de menos de mil habitantes en peligro de desaparición? ¿La zona más afectada del estado es la zona de Castilla?
-Sin lugar a dudas, Castilla y León es uno de los territorios más abandonados del Estado español. En comarcas como Tierra de Campos, donde yo vivo, solo alcanzamos a vivir entre 6 y 9 habitantes por Km2., con un 20% de la población que supera los 65 años, y con más del 90% de los pueblos por debajo de los 1.000 habitantes. La situación en términos demográficos se hace insostenible e irreversible de no aplicar políticas públicas de choque (acceso a la tierra y a la vivienda, recuperación de los servicios públicos universales...) que faciliten el asentamiento de gente joven al medio rural; por supuesto, la cosa cambiaría priorizando la agricultura y la ganadería ecológica como motor de la economía local. Si no se activan dichas políticas en un corto plazo dejaremos frustradas las ilusiones de todo un movimiento de gente joven que desea volver al campo y vivir en los pueblos, a la vez de dar una solución real al problema de la despoblación rural.
“Sin lugar a dudas, Castilla y León es uno de los territorios más abandonados del Estado español. En comarcas como Tierra de Campos, donde yo vivo, solo alcanzamos a vivir entre 6 y 9 habitantes por Km2., con un 20% de la población que supera los 65 años, y con más del 90% de los pueblos por debajo de los 1.000 habitantes”
REGRESAR A LA TIERRA
-¿Qué le dirías a alguien urbanita que quiera vivir en el campo? ¿Es peligroso idealizar la vida rural?
-Que venga, cuanto antes mejor. Que venga a sumarse a la propuesta de regresar a la tierra y recampesinizar muchos de nuestros territorios casi vacíos de olmos y de almas. Que venga a poner los pies en la tierra, sin idealizar, pero abrazando la propuesta campesina, una de las pocas posibilidades que le queda a la Humanidad para reconducir el descalabro ecológico y medioambiental. Que vengan, y aunque sé que se hace muy difícil ese tránsito, que trabajen por construir puentes y vínculos afectivos y culturales con las gentes que resistieron el envite de negarse a vivir en las grandes ciudades. Que vengan para aprender juntos y juntas (entre los que estamos esperando y los que deseáis venir), como una de las mejores estrategias para construir nuevas realidades de permanencia en los pueblos. Dicho esto, no podemos obviar el nulo apoyo institucional a este tipo de iniciativas. Los programas de apoyo a la incorporación de nuevos agricultores y agricultoras, que podían ser una herramienta para facilitar el tránsito de la ciudad al campo, dejan mucho que desear, pues están concebidos como lanzadera de jóvenes al modelo agrícola productivista, apoyando unidades productivas de gran escala.
-¿Por qué fracasan las ecoaldeas que fracasan? ¿Los problemas tienen que ver más con los egos de las personas que con el poco apoyo institucional?
-Sin obviar el poco apoyo institucional a estas iniciativas, los egos personales son una barrera para poder abordar iniciativas de carácter comunitario. Durante décadas (es la gran aportación de la modernidad) hemos sido educados para el individualismo y la competitividad entre seres humanos. Gestionar las relaciones humanas y todos los inconvenientes que de ellas se derivan… no se hace fácil en muchas experiencias, reconociendo que es una laguna que tenemos muchas de las personas involucradas en proyectos colectivos: pagamos muy caro esta deformación. Muchas iniciativas han fracasado por no abordar correctamente esta debilidad.
-¿La tecnología va a permitir que muchos profesionales vivan en zonas rurales y desde allí trabajen con el mundo por pantalla? Si pueden hacerlo, ¿por qué no lo hacen más y más rápidamente? ¿Da miedo vivir en el campo?
-Soy un poco escéptico en cuanto a ver en las nuevas tecnologías la oportunidad bandera para facilitar el asentamiento de población, sin menospreciar que todo aquello que ayude a sumar debe de ser bienvenido. Responsabilizar por ejemplo a la brecha digital (que realmente existe entre el mundo rural-urbano) de aminorar las posibilidades para abordar el declive poblacional no tiene ni pies ni cabeza. A mi entender, siendo reiterativo, sería mucho más importante para abordar el futuro, en términos de empleos y asentamiento de población, afianzar el sector primario en manos de pequeñas unidades productivas y de pequeñas industrias transformadoras de la producción agrícola local. El pasado mes de septiembre en el marco de unas jornadas sobre despoblación, celebradas en la localidad de Medina de Rioseco, el propio consejero de empleo de la Junta de Castilla y León señaló: “En 1983 en Castilla y León teníamos 250.000 agricultores/as: hoy solo quedan 60.000. En el mismo periodo en Castilla y León se habían creado 300.000 empleos en el sector servicios, pero la inmensa mayoría están ubicados en las ciudades”. Demostrado está que los proyectos alternativos (relacionados con el sector servicios principalmente) que se nos vendieron como una manera de amortiguar el descenso brutal de población activa en el sector primario no han conseguido el objetivo esperado. Cualquier apuesta tecnológica que no tenga en cuenta las necesidades de las personas y los entornos que nos acogen, se vuelve contra nosotros y nosotras. La industrialización del campo o revolución verde, concebida en un principio para mejorar las condiciones de vida de nuestras gentes, es uno de los mejores ejemplos: sí, nuestros territorios están inundados de tecnología agrícola puntera, pero cada vez con los pueblos más vacíos. ¿Y qué hacemos en los pueblos sin gente?
RAZONES PARA PROMOCIONAR LA AGRICULTURA CAMPESINA…
…Y AGROECOLÓGICA
- A lo largo de la entrevista has insistido en la importancia de las agriculturas locales y campesinas. ¿Qué razones de peso puedes darnos para demostrar que son realmente una alternativa?
-Simplicidad, cuidadoras del entorno, no dependencia externa, vivir con poco a partir de los recursos locales para que otras muchas personas puedan vivir, equilibrio entre el acto de crear-autonomía y el necesario apoyo mutuo (prácticas comunitarias) donde estás insertado, identidad cultural y pertenencia a un territorio construido colectivamente. Estas son algunas de las razones de ser de los modelos campesinos, incluidas la dureza del trabajo y todos los inconvenientes que hay que lidiar todos los días para poder vivir. Por supuesto, no son el ideal de los modelos de vida, y están muy lejos de los patrones de la sociedad consumista a los que todo el mundo queremos llegar, pero, posiblemente, dichos modelos sean los únicos posibles para la sostenibilidad de la casa común que nos acoge. Pero, además, sí tengo claras dos certezas. La primera es que la agricultura industrial es una falacia y está siendo una catástrofe para el mundo. Desde el momento que la agricultura se concibió como un importante nicho de negocio y de especulación financiera, el resultado no ha sido otro que un alarmante deterioro medioambiental (suelos y aguas contaminadas, destrucción de ecosistemas y culturas locales, pérdida de biodiversidad…) y un aumento de la geografía del hambre, al perder la agricultura el sentido cultural y social por la que se desarrolló: dar de comer a la gente. La agricultura campesina, con sus prácticas productivas agroecológicas y sustentables, siempre alimentó al mundo y solamente dejaba de hacerlo cuando a los campesinos y campesinas se les negaba el derecho a la tierra para poder producir. Es más, la agricultura campesina aún hoy sigue alimentando a una parte muy importante de la población mundial; cerca del 50% de la población dependen exclusivamente de ella para asegurar su alimentación. La segunda certeza es que la agricultura campesina es un potencial para abordar tres de los grandes problemas a los que se enfrenta la humanidad: la crisis alimentaria, energética y climática. Hoy podemos afirmar que no es posible abordar el desafío de erradicar el hambre si no se articulan políticas encaminadas a que los pueblos sean soberanos alimentariamente, lo que conlleva sacar a la agricultura fuera de las lógicas del mercado global (o como decimos en La Vía Campesina: ¡OMC y otros organismos multilaterales fuera de la agricultura!) y apoyar los modelos campesinos. También está sobradamente probado que la única agricultura sustentable en términos energéticos y no dependiente del petróleo (¿cómo abordar el desafío de una agricultura petrodependiente cuando éste recurso nos falte?) son las practicadas a nivel local. Y por último, se sabe que las prácticas agroecológicas del manejo de los suelos hacen de estos un verdadero sumidero de gases de efecto invernadero, colaborando con ello a mitigar los efectos del cambio climático, contrarrestando así los nefastos resultados de la agricultura industrial, responsable del 50% de las emisiones de gases de efecto invernadero. Para concluir, no podemos olvidar de que en la medida en que se han destruido las agriculturas locales y campesinas los pueblos se han quedado casi vacíos: rescatarlas supondría la mejor manera de fijar población en muchas regiones abandonadas y recuperar el equilibrio entre población y territorios, entre otras muchas razones, para que el ser humano se encuentre más cerca de donde renace la vida y donde se producen los alimentos.
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