¿Puede la agroecología feminista ampliarse y extenderse?

imagenleisa-al.org. Isabel Álvarez Vispo y Paola Romero-Niño.- Las mujeres y las perspectivas feministas son fundamentales para la agroecología y la soberanía alimentaria, pero ¿qué sucede cuando la agroecología se amplía y se extiende? Este artículo describe dos experiencias de agroecología, en España y Colombia, en las que tanto las mujeres como los enfoques feministas se quedaron atrás. ¿Cómo podemos lograr una ampliación de la agroecología que cuestione las desigualdades patriarcales y estructurales y que sea verdaderamente inclusiva ante una perspectiva feminista?

En los últimos años, la agroecología como ciencia, práctica y movimiento se considera cada vez más una herramienta esencial para lograr la soberanía alimentaria. El desarrollo de prácticas innovadoras, la sistematización de experiencias y el fortalecimiento de los movimientos sociales locales, nacionales e internacionales están demostrando que la agroecología tiene el potencial de alimentar al mundo de forma justa y sostenible.

Una de las consecuencias de esto ha sido la profundización en los debates sobre cómo hacerlo, destacando el escalamiento de la agroecología. Por escalamiento horizontal (scaling out en inglés) se entiende la creciente agregación y difusión de proyectos agroecológicos. El escalamiento vertical (scaling up) se refiere al desarrollo de políticas y medidas institucionales de apoyo a la agroecología a través, por ejemplo, de la educación, la investigación y los mercados, entre otros, así como la implicación de diferentes actores más allá de los productores.

El País Vasco ha sido pionero y referencia para los movimientos por la agroecología en España. Poco a poco, la agroecología se ha ido extendiendo con éxito al involucrar cada vez a más consumidores y productores a través del exitoso sistema de agricultura apoyada por la comunidad (CSA por sus siglas en inglés) e incorporar a otros grupos diversos, como los y las jóvenes y, desde el principio, a grupos de mujeres. En Colombia, las organizaciones de mujeres han promovido la agroecología como una herramienta para la paz y un modelo de desarrollo rural que se ha ampliado gradualmente, desde la producción comunitaria hasta la adopción de políticas nacionales. Estas dos experiencias representan un escalamiento de la agroecología, pero en ambos casos las mujeres y la perspectiva feminista quedaron relegadas en el proceso.

Escalamiento horizontal: la red Nekasarea en el País Vasco

A partir de 2007 el sindicato de agricultores de EHNE Bizkaia comenzó a trabajar en una estrategia territorial para la soberanía alimentaria que incluía tanto la formación y sensibilización sobre las diferentes dimensiones de la agroecología como el desarrollo de redes. Esto dio lugar a un sistema de agricultura de apoyo comunitario formado por diferentes grupos de productores y consumidores, que se denominó Nekasarea. Los productores se unieron a la red tras recibir cursos de formación en horticultura ecológica que, con el tiempo, se convirtieron en cursos más largos y completos sobre agroecología. En 2010 ya había 15 grupos de productores y consumidores operando dentro de la red, y más de la mitad eran liderados por mujeres productoras.

Aunque ni los cursos ni la estrategia de dinamización del territorio desarrollada por EHNE Bizkaia tenían un enfoque explícito de género o feminista, fue una gran sorpresa comprobar que, al inicio de este proceso, más del 50% de las participantes eran mujeres, llegando hasta el 80% en algunos cursos. Al menos cuantitativamente, parecía que el proceso de ampliación agroecológica estaba resultando transformador. Pero el éxito de la red atrajo a nuevas personas, principalmente hombres, algunos de los cuales se habían quedado sin trabajo debido a la crisis de la industria metalúrgica vasca.

La buena noticia era que cada vez había más gente con interés en desarrollar proyectos agroecológicos. La red se amplió rápidamente en poco tiempo. En 2016 había unos 200 productores involucrados en la red y Nekasarea incluso ganó el prestigioso Premio del Pacto de Milán. Desde entonces la organización de la red ha cambiado hacia el desarrollo de grupos más autónomos. La noticia no tan buena fue que, tanto en los cursos de formación como en los propios espacios de participación de Nekasarea, la presencia de mujeres se redujo considerablemente, en algunos casos, del 80% al 20%. Esta masculinización de la red se debió en parte a la afluencia de nuevos participantes masculinos, pero también reflejó el hecho de que, cuando la empresa agroecológica se convirtió en la principal actividad económica de los hogares, las mujeres que antes la lideraban “cedieron” la toma de decisiones a sus compañeros. Volviendo a la lógica patriarcal dentro de la familia y dentro de la sociedad, las mujeres fueron expulsadas y también abandonaron voluntariamente sus puestos cuando los beneficios económicos de sus actividades se hicieron evidentes. Esta tendencia continuó en los años siguientes y, en 2016, solo una cuarta parte de las entonces 60 agrupaciones de productores y consumidores estaban visiblemente dirigidas por mujeres. En la actualidad, la participación sigue siendo mayoritariamente masculina y apenas se habla de enfoque feminista.

Estos acontecimientos mostraron cómo los espacios agroecológicos, originalmente dominados por las mujeres, fueron tomados por los hombres cuando se ampliaron significativamente. Este caso señala la necesidad de que las mujeres se organicen entre ellas para poder hacer visibles sus necesidades y demandas, no solo en Bizkaia sino en todo el País Vasco. Reflexionando sobre este punto surgió el movimiento Etxaldeko Emakumeak, un grupo abierto de mujeres comprometidas con la soberanía alimentaria que se autodefinen como agroecofeministas y cuya razón de ser es difundir la soberanía alimentaria en los movimientos feministas y el feminismo en los movimientos de soberanía alimentaria.

Escalamiento vertical: la agroecología en el Acuerdo de Paz de Colombia

Durante décadas en Colombia, las mujeres, principalmente campesinas, indígenas y afro, han desarrollado procesos agroecológicos comunales para producir alimentos para el consumo doméstico, el cuidado de su entorno y la construcción de la paz. Consideran que la agroecología es una herramienta para la paz porque, como movimiento social, ayuda a fortalecer a las organizaciones rurales y a mejorar las condiciones de vida de los campesinos, sobre todo cuando abandonan la guerra y se incorporan a la sociedad civil. La agroecología también puede crear condiciones sociales, económicas y medioambientales favorables en las comunidades para la creación de redes locales de alimentación sostenible.

Como fruto de su arduo trabajo, las organizaciones rurales también consiguieron incluir la agroecología en la agenda política del país. Las mujeres jugaron un papel importante en el posicionamiento de la agroecología como herramienta para la paz y, finalmente, fue incorporada en el Acuerdo de Paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia - Ejército del Pueblo (FARC-EP) a finales de 2016. Este logro se consiguió a través de estrategias de incidencia a nivel local y nacional, expresando la necesidad de nutrir a las comunidades y organizaciones locales.

A nivel comunitario, las organizaciones de mujeres productoras participaron activamente en los espacios de coordinación de los procesos de desarrollo local para promover la agroecología como herramienta para la paz. Desarrollaron la formación en agroecología en las escuelas rurales, construyeron alianzas y plataformas nacionales de mujeres rurales que incluían la agroecología y realizaron declaraciones públicas. A nivel nacional, las mujeres participaron en el trabajo de monitoreo y seguimiento del Acuerdo de Paz, así como en el cabildeo político en el que las plataformas y redes de mujeres presionaron por una legislación que promoviera la agroecología.

A pesar de este trabajo y de la continua insistencia de los grupos de mujeres, la agroecología se ha convertido hoy en día en algo relativamente periférico en la aplicación práctica del Acuerdo de Paz. El gobierno promueve leyes contrarias al espíritu del Acuerdo en las que la agricultura se centra en el aumento de la producción y en la promoción de la agricultura industrial, hasta el punto de fomentar los monocultivos.

Asimismo, a nivel local, la participación y las propuestas de las mujeres son a menudo mal utilizadas y mal entendidas para promover proyectos productivos que fomentan el uso de paquetes tecnológicos y la producción para la exportación exclusiva de alimentos “exóticos”. Por esta razón, a pesar del papel estratégico de las mujeres en la ampliación de la agroecología, sus propuestas para que la agroecología se utilice como herramienta para la paz y la construcción de comunidad no se reflejan en la aplicación del Acuerdo.

Nada que se construya sobre la base de la desigualdad traerá justicia

Aunque la agroecología se está ampliando con éxito en diferentes contextos, se está haciendo sin tener en cuenta la parte del “iceberg” del sistema alimentario que está “debajo del agua”. La punta visible de este iceberg muestra la producción y el beneficio, pero los elementos que sostienen esta producción, como el trabajo de las mujeres, permanecen invisibles.

Tanto en el País Vasco como en Colombia vemos cómo el hecho de no adoptar un enfoque feminista explícito puede hacer que los avances parezcan exitosos, aunque dejen atrás a las mujeres. Esto es especialmente irónico, ya que fueron ellas las que abogaron por la agroecología en primer lugar. En el caso del escalamiento vertical en Colombia, ocupar espacios de incidencia política implica un costo muy alto para las mujeres (en términos de tiempo y seguridad). Aunque se consiguieron pequeños logros, sus necesidades y perspectivas no fueron priorizadas en la práctica por el Estado, por lo que volvieron a ser invisibles. En el caso de Nekasarea, en España, vemos que, en el escalamiento de las alternativas agroecológicas no dependientes del Estado, las mujeres fueron excluidas del protagonismo y de la toma de decisiones tan pronto como los proyectos tuvieron éxito económico y se ajustaron al modelo patriarcal capitalista.

Avanzar en las transiciones agroecológicas requiere concientizar sobre las desigualdades que surgen en los procesos de escalamiento y cuestionar los modelos institucionales y organizativos (incluso en la familia) que, como hemos visto, siguen reproduciendo sistemas patriarcales. No tener en cuenta estos aspectos conduce a procesos en los que las mujeres desaparecen progresivamente.

Ninguna institución, organización o red construida sobre la desigualdad puede producir realidades justas. Por esta razón, creemos que la incorporación de una perspectiva feminista en el proceso de escalamiento horizontal y vertical es clave para cualquier cambio significativo. Necesitamos construir nuevos paradigmas para la agroecología en los que las mujeres sean visibles y el feminismo sea una prioridad.

Isabel Álvarez Vispo
Vicepresidenta y responsable de incidencia política de URGENCI, con sede en el País Vasco (España).

Paola Romero-Niño
Coordinadora de FIAN Colombia, donde lidera el trabajo sobre feminismo.

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