Luis Rico, Ecologistas en Acción: “Si desde de los movimientos sociales se ha apostado por la vía institucional es para arriesgar”

fotoPoder Popular | Entrevistamos a Luis Rico, uno de los recién elegidos coordinadores confederales de Ecologistas en Acción, en su pasado VII Congreso celebrado en Valladolid. En este encuentro han establecido sus principales líneas estrategias para los próximos tres años. A dicho congreso acudieron más de 200 personas procedentes de distintas partes del estado español. Su inauguración corrió por parte de Yayo Herrero, Rosa Lago y Emiliano de Tapia, a partir del debate sobre ’Ecologismo y desigualdad. Hacia un reparto justo de la escasez’.

Después de este periodo, en el que la ilusión de la “nueva política” parece haber copado buena parte de las expectativas de cambio social, ¿cómo ves el periodo que se ha abierto desde las últimas generales?

Si algo define este periodo es la desmovilización en la calle (a excepción de Catalunya que ahora mismo tiene una dinámica propia y diferente) y una apuesta por la vía institucional de una gran parte de los movimientos sociales. Si bien por esta vía se han conseguido avances interesantes tanto sociales como ambientales, también hemos sido testigos de los límites que tiene. Lo hemos podido ver a través de las restricciones de la UE o del gobierno central, de la represión, de la lucha mediática o incluso a través de la parálisis burocrática, que impide que muchos proyectos salgan a la luz. Estas limitaciones, unidas a la mencionada desmovilización nos han colocado en una situación de estancamiento social.

Como reflexión, y entendiendo las dificultades que surgen a través de las instituciones, creo que la enseñanza es que la confrontación al poder tiene que ser más valiente y más inteligente: hay que elegir bien los campos de batalla y arriesgar. Por ejemplo, para mí ha sido una gran decepción lo que ha ocurrido con los presupuestos del Ayuntamiento de Madrid y la pugna con Montoro. Se trataba de una batalla estratégica, que parte de luchas históricas contra la deudocracia y las políticas de la UE y que, aunque era complicada, se podía ganar. Al menos, era una oportunidad de enfrentarse al poder desde una posición de relativa fuerza (comparado con otros campos) y con opción de promover la movilización ciudadana. De ganar esa batalla estaríamos hablando de una conquista importante y de la posible apertura de nuevos escenarios sociales. Obviamente era una apuesta arriesgada y que requería esfuerzos y sacrificios, pero creo que si desde parte de los movimientos sociales se ha apostado por la vía institucional es para arriesgar, no para conseguir pequeños avances en lo adyacente, pero que no generan mucho conflicto al poder.

Por otro lado no creo que haya que ser excesivamente pesimista, pues los ciclos de movilización tienden a repetirse. Siempre ha habido periodos altos y bajos y por eso ahora creo que toca tratar de mantener la presencia en la calle, porque mantener la actividad en los periodos bajos permite que puedan resurgir las grandes movilizaciones. Y en otros terrenos muy necesarios, como el de la construcción de alternativas al capitalismo, creo que se está avanzando. Pero lo que queda claro es que sin tener fuerza social, sin gente tomando las calles y sin desobediencia a las normas actuales, no se puede avanzar mucho, ni por la vía institucional ni por ninguna otra.

¿Cómo está el movimiento ecologista? ¿Sacáis músculo, o piensas que el reflujo social ha afectado al movimiento ecologista?

Muchas de las demandas ecologistas han perdido protagonismo social en esta época frente a otras demandas sociales ligadas a la crisis. Luchas por el trabajo, la vivienda o contra la deuda, han dejado en el segundo plano temas como el cambio climático, la desnuclearización de la sociedad, los transgénicos u otras luchas ecologistas. Incluso en temas como el de la pobreza energética, que tiene un claro componente ambiental, el discurso ecologista está bastante oculto. Y lo que para mí es más grave, vuelven a escucharse desde parte de la izquierda, loas al crecimiento para salir de la crisis, aunque por suerte, creo que esta corriente está perdiendo auge.

Desde Ecologistas en Acción nos parece importante que los temas sociales estén en el candelero, porque lo que defendemos desde el ecologismo social es que no se pueden entender los problemas ambientales sin sus consecuencias sociales. Lo peligroso es tratar de decidir entre la importancia de los temas sociales o de los ambientales. Es una falsa dicotomía, típica del capitalismo, cuyo modelo de desarrollo es incompatible con la preservación de los ecosistemas. Por eso es un error replicar este dilema dentro de los movimientos sociales, como sería un error ver si es más importante luchar por la accesibilidad de la vivienda o contra la especulación financiera. Ambas luchas son necesarias de igual manera que es importante luchar por evitar la pérdida de biodiversidad, porque de no hacerlo no conseguiremos tener sociedades humanas socialmente justas. En un mundo “lleno”, en el que los recursos naturales escasean o se degradan a una gran velocidad, no poner los temas ambientales en el centro puede llevarnos a situaciones de mucho sufrimiento social.

Haciendo autocrítica respecto a este punto, la permanencia de ese dilema dentro de los movimientos sociales se debe en parte a que no hemos sido capaces de transmitir la capacidad transformadora de la lucha ecologista. Mucho de nuestro discurso se ha centrado en criticar los privilegios de las sociedades occidentales, cosa que es cierta y necesaria. Pero, aunque no ha sido la única parte del discurso y se han apoyado casi todas las luchas de clase de aquí, existe la impresión de que el ecologismo está más preocupado que por los pueblos del sur global que por las clases populares de aquí. Por eso, y en un contexto de crisis ecológica y social, que cada vez expulsa a más gente a las afueras del sistema, es necesario incidir en que las luchas ecologistas tienen más sentido ahora que nunca.

El ecologismo está en una situación peculiar. Buena parte de los datos científicos indican que hemos pasado varios umbrales ecológicos y que el horizonte que reclamaba el ecologismo “clásico” ya no es posible. ¿Cómo crees que debe orientarse la propuesta transformadora del movimiento ecológico en este momento?

Precisamente, hilando con la pregunta anterior, el haber superado todos los umbrales de seguridad de la crisis ecológica, nos obliga a tener el ecologismo más presente que nunca. La humanidad es biodependiente, es decir, que depende de la naturaleza para sobrevivir, lo que tiene consecuencias sociales muy importantes en un mundo limitado y en un escenario como el actual, de pérdida de biodiversidad, de cambio climático y de agotamiento de los recursos (sobretodo los fósiles, pero no solo). Muchos de los problemas sociales que atravesamos, como la dificultad de acceso a la vivienda o la pobreza energética están relacionadas con la crisis ecológica (aunque se refuerzan por otras dinámicas económicas). Otra consecuencia de la crisis ecológica se manifiesta en la dificultad que encuentran las propuestas socialdemócratas para salir adelante: básicamente se acabó la posibilidad de crecimiento y de un mínimo de reparto de la riqueza dentro de la lógica del capitalismo.

De no hacer nada para revertir la crisis ecológica, nos podemos acercar a escenarios ecofascistas, por el cual una pequeña elite, para mantener sus privilegios, irá acaparando los recursos naturales que queden, desplazando cada vez a más gente a la exclusión, con sistemas cada vez más autoritarios.

Las propuestas ecologistas por lo tanto se están centrando en 3 líneas: una en tratar de frenar la crisis ecológica (en sus diferentes vertientes: energética, climática, de biodiversidad, etc), pues cuanto más se agudice más difícil va ser imaginar sociedades nuevas, más justas, solidarias y libres. La segunda línea consiste en defender la soberanía ambiental (energética, alimentaria, de agua, etc.), es decir, lograr que la propiedad de los recursos naturales sea común y su gestión democrática, para evitar todo tipo de exclusión, siempre dentro de los límites de los ecosistemas. La tercera, y ligada a las anteriores, consiste en construir y reforzar alternativas económicas al modelo capitalista, que sean más democráticas, primen la cooperación, el reparto del trabajo (tanto productivo como reproductivo) y la satisfacción de las necesidades de toda la sociedad, no las de lucro de una pequeña elite.

Sería ingenuo pensar que estas propuestas se van a conseguir sin enfrentamiento al poder. Las elites nunca ha renunciado a sus privilegios y hay pocas posibilidades de que lo vayan a hacer ahora. Por eso es importante desenmascarar a quienes ostentan el poder, para tratar de aglutinar en su contra al mayor frente posible de personas en pos de la transformación social.

¿Qué tiene que hacer el movimiento para ser masivo?

Es difícil responder con seguridad a esta pregunta, no solo desde el ecologismo, sino desde toda la izquierda. En el contexto actual de aumento de la exclusión creo que es más importante que nunca enfatizar el ecologismo de clase y la lucha por la soberanía ambiental. El movimiento llamado “ecologismo de los pobres” tiene mucho que enseñarnos en este sentido pues se ha conformado por gente, sobretodo mujeres que, desde abajo, ha defendido su territorio, sus recursos naturales y su libertad frente al poder. Movimientos de lucha contra la pobreza energética, por la vivienda digna, contra el fracking o contra la instalación de incineradoras en barrios de renta baja son ejemplos claros de este tipo de lucha.

Otro elemento importante a enfatizar es la creación de imaginarios optimistas y felices (al igual que han hecho tradicionalmente otros movimientos sociales como el anarquismo o el comunismo). El ecologismo se ha relacionado con la renuncia, con la simplicidad voluntaria, incluso con ciertos grados de sacrificio. Y algo de eso hay. Pero también hay que reconectar el ecologismo con un mundo de relaciones sociales ricas, de menor explotación, de mayor tiempo para el placer. Un mundo “disfrutón”. Es curioso que la publicidad actual, pese a estar demostrado que el consumismo genera infelicidad, siempre promete alegría. Deberíamos apostar más por garantizar la alegría y la felicidad desde nuestras propuestas, esa alegre rebeldía que mencionan desde el zapatismo o ese “desobediencia, por tu culpa soy feliz” que decían Mujeres Creando.

Por último, dado que el estado socialdemócrata cada vez va a fallar más, intentamos apostar por alternativas, para cubrir todas aquellas necesidades en las que el estado o la economía capitalista van dejando de lado. Las alternativas cumplen además otros papeles: transforman a las personas al cambiar las prácticas y permiten tener canales de comunicación con la sociedad más “desideologizados”; más desde el hacer que desde los discursos. La economía social y cualquier otra forma de apoyo mutuo desde abajo hará que cada vez más gente se una y construya desde las periferias del sistema.

Trump, Alianza por Alemania… las nuevas formas de populismos reaccionarios asoman con fuerza ¿qué papel crees que tienen cuestiones ecológicas como la disponibilidad de energía y el cambio climático?

Estos movimientos representan la nueva oleada del fascismo, que no es más que la cara que presenta el capitalismo cuando las elites ven en peligro sus privilegios. En el s.XX cobraron fuerza (apoyados por la burguesía) en países como Alemania o el Estado español con la misión de frenar los movimientos revolucionarios de principios de siglo. En la actualidad la única diferencia es que ha aumentado el protagonismo de la crisis ambiental, de ahí que lo denominemos ecofascismo, pues trata de mantener los recursos ambientales que escasean (petróleo, tierra, agua, etc.) en manos de las elites. La razón para que cobren fuerza viene de la imposibilidad de mantener la socialdemocracia y de la pérdida de derechos a escala mundial derivada de la competitividad en el gran mercado de la globalización capitalista.

El populismo de derechas trata de enfrentar a las clases empobrecidas entre sí, culpándolas de las pérdidas de derechos y exaltando las identidades nacionales bajo la imagen de la “raza”, sin permitir identidades mestizas. En cierta medida están sabiendo leer la realidad mejor que la mayoría de la izquierda. Cuando dicen “aquí no cabemos todos” tienen una parte de razón. No cabemos con los actuales modelos de vida. Ante eso hay dos medidas: o más muros o más reparto radical y reparación ambiental. O se apuesta por lo segundo o desde la izquierda no tendremos ninguna posibilidad política. Por ello, luchar por la soberanía ambiental y desenmascarar los privilegios de las elites, además de promover la solidaridad internacional, es clave en la lucha antifascista del s.XXI.

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