La terminal de Cordoba, con su ajetreo, nos arranca de un adormecido viaje. Nadya y Lichi nos reciben sonrientes. Unos abrazos cariñosos y cortos al mismo tiempo. Hay que meter todo en el coche para ir a su casa y poder estar mas tranquilamente.

Cordoba no es una ciudad pequeña. Coches que al verlos dudas si no se le caerá una rueda o un trozo de chapa y los de alta gama se unen en un mismo tráfico rápido y fluido. Pero los jefes de la carretera son los taxistas y los autobuses.

Hemos llegado y pasamos directamente hasta la cocina, como en casa. Tenemos dos posibles actividades, la presentación de un libro, al que va acudir Lichi, o una exposición de calle de grafittis en el barrio Las Rosas. Nos a puntamos al barrio, con Nadya. En este barrio vienen trabajando las compañeras del Encuentro de Organizaciones con los más jóvenes tratando de generar espacios de relación más humanos y amorosos ante la situación social del mismo.

Son las 4 de la tarde y el sol hace relucir una blanca pared que se esta llenando de color. Esta es una de las actividades que se organiza para el barrio. Los grafittis son una expresión popular y en esta pared todas tienen su espacio, desde profesionales hasta las mas pequeñas.

La actividad tiene como mínimo, una doble o triple función. Por un lado para los/as pibes/as es algo cercano, que entra dentro de su lenguaje, por medio del grafitti pueden expresar y/o comunicar con un acento transgresor, y esto les anima a participar.

También cambia la estética del barrio y la sensación visual cambia. Tras compartir unos mates disfrutando del arte callejero tenemos que dejarles antes de que terminen sus obras. Volvemos a casa, es nuestra primera cena en Córdoba y a la mesa se suman Vito, Tincho, Fede, Anita y Anabella. La conversación es fluida en relación a feminismos y situación socio política de ambos lados del charco. La mesa se levanta rápido, todas estamos cansadas.