Cuando no alcanza ni para leche

fotodebatecallejero.com Albert Sales.- Hace unos días se puso en marcha en Cataluña una nueva edición de la campaña “ningún niño sin bigote”. Una campaña de recogida de donativos económicos que tienen como objetivo que la Fundación Banc dels Aliments pueda adquirir leche que debe llegar a los niños y niñas que no acceden a una alimentación adecuada debido a la falta de recursos económicos de sus familias. Para participar en la campaña promovida por la Obra Social La Caixa se pueden realizar donativos on line a partir de una cantidad mínima de 6 euros.

La web de la campaña dedica espacio para explicar la importancia de la buena nutrición para el desarrollo de la infancia y para poner de relieve que la leche es un alimento bàsico. También recuerda que la misión de la iniciativa es hacer llegar este producto a 350.000 niños y niñas cuyas familias no pueden costearlo. Lo que no aclara es porqué las familias beneficiarias van a preferir recibir leche que el dinero para comprarla. Puestos a recoger donativos para los hogares empobrecidos que tienen dificultades para ofrecer una alimentación adecuada a sus hijos e hijas, ¿por què no transferir dichas donaciones en efectivo? Quizá esos padres y madres estarían agradecidos de seguir acudiendo a las tiendas a comprar la leche, la pasta, las legumbres o aquello que prioricen en base a sus gustos, sus preferencias culturales o sus prioridades.

Me sorprende que en la página web no se explicite bajo qué evidencia empírica se considera que las entidades sociales saben mejor que las familias como administrar los recursos económicos. Del mismo modo que se enlaza un estudio sobre la importancia de la leche para la salud, se debería justificar de algún modo por qué el donativo debe pasar por entidades que compren leche para después llevarla a los hogares. Supongo que se asume que en las casas en situación de pobreza el dinero tiene otros usos y nadie se acuerda de la alimentación de los pequeños. O que las “familias pobres” tienen problemas de adaptación social que les impiden ir a un tienda. Hasta puede que algún sesudo estudio haya llegado a la conclusión de que las madres prefieren un teléfono móvil nuevo que poner leche en los desayunos de sus hijos…

Si no es así, si no hay evidencia empírica que apoye la creación de un dispositivo de provisión de leche, me cuesta entender la lógica de la campaña.

La pobreza que impide a miles de hogares alimentar correctamente a sus niños y niñas es indignante. Es el fruto de unas políticas de protección social débiles y que pivotan entorno a las cotizaciones a la seguridad social dejando los problemas de una parte creciente de la población en manos de unos servicios sociales desbordados. Pero también es el fruto de dejar nuestras vidas a merced de los mercados laborales y de la vivienda. La mayor parte de las familias atendidas por servicios sociales municipales y organizaciones destinan sus pocos recursos económicos a pagar el alquiler de una infravivienda o de una habitación. Si no hay para leche, es porque el dinero se destina a no acabar en la calle.

Los hogares más empobrecidos no pueden esperar a que se produzcan los cambios estructurales necesarios para acabar con la pobreza. Hay que poner el desayuno, el almuerzo y la cena en la mesa cada día. Pero seguro podemos hacerlo sin asumir la incapacidad de las familias de gestionar su cotidianidad.

NOTA: El Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (PIDESC) reconoce mediante el articulo 11 “el derecho de toda persona a un nivel de vida adecuado para sí mismo y su familia, incluida alimentación, vestido y vivienda adecuadas, y una mejora continua de las condiciones de existencia (…)”. El reconocimiento del derecho a una alimentación adecuada no solamente comprende el acceso a recursos nutricionales suficientes para los hogares por su calidad y cantidad. También incluye la adaptación de estos recursos a las pautas sociales y culturales de las personas y de las familias.

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