Algunas soluciones al desperdicio de alimentos ¿Preocupación o distracción?

fotoNunca antes hubo tantos alimentos y tantas personas hambrientas

elsalmoncontracorriente.es Isabel Álvarez.- ¿Qué ocurre con esa pérdida, con todos los alimentos tirados a la basura antes de entrar en la cadena? ¿Qué ocurre con el alimento producido en otro modelo que no encuentra canales para su comercialización porque las grandes superficies destruyen a lo pequeño?

Últimamente suenan con fuerza diferentes soluciones que pretenden abordar el problema del desperdicio de alimentos. Frente a la evidencia de que las grandes superficies han de tirar cantidades ingentes de alimentos todos los días, mientras una parte de la población no tiene acceso a alimentos básicos, nuevas marcas, cuando no las mismas, ofrecen dar con la solución.

Cabe comenzar definiendo de qué se habla cuando se utiliza la palabra "desperdicio". La FAO (Organismo de Naciones Unidas para la alimentación y agricultura) establece la distinción entre desperdicio y pérdida de alimentos. La pérdida es el alimento que no llega a entrar en la cadena de distribución, mientras el desperdicio es el que se desecha tras entrar en ella.

Este último, llega por miles a los supermercados y grandes superficies, como parte de una estrategia que busca ofrecer una imagen de gran variedad y capacidad de elección al cliente final. No es casual que lleguen por miles, si únicamente hubiese cientos, o decenas, esa sensación no sería la misma. De este modo hay miles de unidades de pocos artículos que abultan mucho pero, como dice el refrán, abarcan poco. Es decir, parte de la causa del desperdicio, es que la cantidad se utiliza como un componente de la campaña de marketing de los establecimientos, para provocar que las personas consumidoras entren en el juego ilusionista del consumismo.

El 70% del alimento es producido por pequeño campesinado y la mayoría son mujeres

Estos alimentos, que llegan en grandes cantidades, generalmente son remunerados con precios muy bajos, en lugares muy lejanos a su destino final, pasando por diferentes intermediarias. Este modelo de producción se adapta como un guante a un modelo consumista que no contempla las consecuencias, ni para la tierra, ni para las personas. Para poder llegar en condiciones aceptables de consumo, los alimentos frescos han de ser recolectados en momentos alejados del punto óptimo de maduración o ser sometidos a diferentes procesos, con la pérdida de nutrientes que acontece en ambos casos. Es decir, con esta cadena, se produce en grandes cantidades un alimento que llena estómagos pero no nutre.

Las soluciones más promocionadas, pretenden, sin mover ni una coma de esa parte del juego, añadir una partida más. Se trata de ayudar con los desperdicios a quienes no han tenido capacidad para poder acceder al alimento en la primera partida. Ya se están abriendo en algunos países, nuevos supermercados o líneas de negocio con alimentos caducados. No, no son gratis, únicamente son más baratos. Un alimento que hasta ayer suponía 0 beneficios a la empresa, hoy tiene valor. Y no únicamente monetario, la imagen generosa que se consigue es impagable. El mismo sistema que genera un problema, se ofrece como salvador.

Por otro lado, cuando se dan los datos del desperdicio de alimentos, se señala especialmente la media desperdiciada por persona. Poniendo el énfasis en soluciones individualistas. Por ejemplo, en Europa, el desperdicio es de 179 kilogramos por persona al año, pero pocas veces se dan los datos de la pérdida de alimentos, que supone, por ejemplo, en el caso de los lácteos, un 20% de la producción, es decir, 20 millones de toneladas, siendo en el caso de frutas y verduras hasta un 45% a nivel mundial. Las soluciones propuestas desde la agroindustria son tan originales como individualizar las porciones a comercializar, o un mayor procesado de los alimentos, ya que, según sus expertos, las máquinas calculan mejor que las personas la cantidad óptima que se necesita de cada ingrediente.

Mientras tanto, se sigue alimentando la falsa idea de que no hay alimentos para toda la población. Pero, ¿qué ocurre con esa pérdida, con todos los alimentos tirados a la basura antes de entrar en la cadena? ¿Qué ocurre con el alimento producido en otro modelo que no encuentra canales para su comercialización porque estas grandes superficies destruyen a lo pequeño? Toneladas y toneladas de alimentos frescos que son desechados, utilizando mayoritariamente el criterio del aspecto, sin pagar absolutamente nada a las personas que los producen. Para ellos no hay opción a una segunda partida. Una de las graves consecuencias de este juego, es la dramática desaparición del campesinado día tras día, beneficiando a un modelo que pretende dejar la alimentación en manos de las grandes empresas.

Se está normalizando que un derecho básico se transforme en un lujo

Hoy en día se produce el 150% del alimento que se necesita y nunca hubo tantas personas hambrientas. El 70% es producido por pequeño campesinado y la mayoría son mujeres. Aún así, el medio rural concentra grandes bolsas de desnutrición. Esas personas, no deberían ver como excepcional el hecho de comer, tienen el derecho a hacerlo, a alimentarse y nutrirse con alimentos frescos, y sanos, no con alimentos procesados que han ido sobrando partida tras partida. Se está normalizando que un derecho básico se transforme en un lujo.

En este sentido, las políticas públicas juegan un factor decisivo. Hoy en día, el dinero público sostiene modelos insostenibles e incompatibles con un derecho básico de la ciudadanía como es la alimentación y la nutrición. Estas políticas son colaboradoras necesarias, provocando de manera perversa y muy precisa, que siempre haya jugadores y jugadoras de distinta categoría, creando partidas a medida, con "recompensas" ajustadas a sus respectivas clases.

Es imprescindible que está sociedad sea consciente de que lo público debe partir de la ciudadanía, y que se deben exigir y provocar cambios en la forma de gobernanza. No puede limitarse a elegir en qué partida jugar, es necesario poder decidir cuál es el juego y poner las reglas conjuntamente. De otra forma, las necesidades a cubrir no son de las personas, sino de las grandes empresas, proclamándolas continuamente ganadoras sin pensar en la mayoría que pierde.

Estamos ante un desafío imposible de posponer. Se están construyendo algunas alternativas pero todavía queda mucho trabajo por delante para construir fórmulas nuevas con una mirada integral de las causas y las soluciones. Existe la urgencia de llenar los estómagos de muchas personas, pero si queremos una ciudadanía sana, ha de ser con alimentos nutritivos. A pesar de lo lamentable que nos pueda parecer el desperdicio, no olvidemos ni la pérdida, ni el campesinado, ni el modelo que sostiene ambas. Entre las tareas, desenmascarar a las falsas salvadoras. No es asumible que mientras los contenedores siguen llenos, los campos estén muriendo y las neveras estén vacías.

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