Las intenciones ocultas de Davos: que sigamos en manos de las grandes empresas

En pocas palabras. En manos de quien estamos. 15-M RONDA La localidad suiza de Davos se ha vuelto a convertir en el centro del mundo político y financiero el pasado mes de enero para recibir a la gran élite global, a la que acudieron 70 jefes de Estado y Gobierno y más de 3.000 participantes del mundo político, empresarial y de la sociedad civil pertenecientes a 110 países, para que la economía se adapte a los intereses de la élite mundial. Este evento es una plataforma para que los gobiernos expongan las ventajas económicas de sus países y así conseguir que los empresarios inviertan.

Surgido en 1971, el Foro de Davos es iniciativa de una fundación privada para discutir estrategias con las que las empresas europeas pueden hacer frente a las necesidades y desafíos del mercado mundial. Los acuerdos que se toman en este Foro acaban incidiendo a nivel global.

Por eso, año tras año, los principales líderes económicos y políticos no dudan en desembolsar los más de 60.000 dólares que cuesta la cuota anual de ser miembro de este foro. Una cuota que se multiplica hasta los 140.000 dólares si lo que se pretende es enviar algún representante a la cita anual y que se dispara hasta los 500.000 dólares para tener acceso libre a todos los actos del Foro, incluidas unas 400 sesiones privadas, en apenas cuatro días, en las que no hay ni cámaras, ni casi ninguno de los 500 periodistas acreditados, pero es dónde se cuecen los intereses de las grandes empresas.

Un despliegue de 4.500 soldados y policías suizos para velar por la seguridad de los asistentes cuyo coste superaría los siete millones de euros, según las estimaciones que la prensa local hizo en anteriores ediciones. Habitaciones de hoteles de tres estrellas a 500 euros la noche o villas por más de 140.000 toda la semana. Vuelos privados que superan los 3.000 euros.

Un estudio encargado por el Foro Económico Mundial permitió saber que la edición de 2015 generó un volumen de negocios adicional de alrededor de 42 millones de euros en la economía de la zona de Davos y de más de 67 millones de euros en el resto de Suiza.

“Estamos comprometidos con mejorar el estado del mundo más que promover los intereses de la globalización”, afirmó el responsable de comunicación del Foro Económico Mundial. Siguiendo este espíritu, el lema del Foro de este año ha sido “Crear un futuro compartido en un mundo fracturado”.

No es la primera vez que la reunión elitista en los Alpes suizos intenta poner el enfoque en las desigualdades crecientes que ha acarreado la globalización. Sin embargo, este último Foro ha puesto de relieve, una vez más, la diferencia abismal entre las buenas intenciones que declaran las personas participantes y la realidad, ya que los directivos de las grandes empresas siguen fieles a maximizar a toda costa el beneficio para el accionista.

Un ejemplo, la reciente reforma fiscal del presidente Donald Trump, lo más comentado en Davos, supone la mayor rebaja de impuestos para las empresas en décadas. Los directivos presentes en el balneario suizo estaban realmente entusiasmados con la medida del inquilino de la Casa Blanca, mientras los dirigentes europeos, algunos economistas y los representantes de las ONG denunciaban que la reforma supone otro retroceso sustancial en un sistema global ya muy decantado hacia los intereses del gran capital. El propio Foro Económico Mundial admite que el crecimiento económico no beneficia a todas las personas por igual.

Según el informe de Davos, los cambios tecnológicos y demográficos destruirán más de siete millones de puestos de trabajo antes del año 2020, dos tercios de los cuales serán rutinarios trabajos de oficina, como la mayoría de roles administrativos. Aunque se crearán también dos millones de nuevos oficios en campos relacionados con la informática, las matemáticas, la ingeniería y la arquitectura, pero no serán suficientes, ya que más de cinco millones de personas se irán al paro para siempre.

Donald Trump ha bajado el impuesto de sociedades del 35% al 21% a cambio de que las compañías estadounidenses repatríen las grandes cantidades de dinero que almacena en territorios del resto del mundo. El presidente de Francia, Emmanuel Macron, ha advertido que la rebaja fiscal estadounidense puede provocar la competición por tener los impuestos de sociedad más bajos, en detrimento del dinero que necesitan los Estados para atender los servicios públicos y luchar contra la desigualdad.

 

 

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