La cesta de la compra y la casta

imagenEn pocas palabras. 15-M Ronda.- La Cesta de la Compra, con la subida del IPC de hasta el 15,4% interanual, la Organización de Consumidores y Usuarios calculaba un sobrecoste de la cesta de casi 900 euros al año. Según el Estudio Anual de Precios de Supermercados de esta Organización, entre mayo de 2021 y mayo de 2022, el precio de una cesta de la compra media aumentó en un 15,2%. Si en el carro se echan únicamente los productos más baratos (la denominada por la organización Cesta Económica), el incremento asciende al 18,7%, así gastamos en comida un 25% de nuestros ingresos.

La Casta de la Compra, hablar de grandes cadenas de distribución en el Estado español es hablar de Mercadona: la empresa de Juan Roig, acapara nada menos que el 25,3% de las compras en supermercados en nuestro país; le siguen, a una distancia considerable, Carrefour, Lidl, Dia y Eroski. Mercadona aumentó un 12% los precios de los alimentos que vende en sus más de 1.600 tiendas en todo el país, logrando el año pasado un beneficio neto de 718 millones de euros, un 5% más que el año anterior, de los cuales Roig ganó 99 millones. El Estado, cada vez más, está dejando en manos del mercado derechos básicos. Y ya nos lo decían, “con la comida no se juega”, o más bien, no se debería negociar.

¿Quién decide los precios de los alimentos? ¿Por qué no se adoptan medidas efectivas y estructurales que limiten la subida en productos de primera necesidad?

El último dossier de la revista Lamarea nº 94, habla de la cesta de la compra y la casta, cambia la “e” de cesta, por la “a” de casta, porque tras la casta de la compra podemos encontrar nombres y apellidos de empresarios que negocian con lo que nunca se debería negociar -productos básicos y de primera necesidad-, por qué la cesta de la compra con “e” se ha convertido en el último años en casi un objeto de lujo, que lleva a una gran parte de la ciudadanía a no comer pescado, comer menos frutas, por seguir una dieta poco nutritiva y contraria a una alimentación saludable. Esto lleva a que nuestras sociedades opulentas estén mal alimentadas.

En su informe de 2022, la Organización de Consumidores y Usuarios sostiene que un 16% de las consumidoras entrevistadas declaran que han pasado a comprar más latas de conservas. Según datos del Banco de España, en el último trimestre de 2022 la inflación de los alimentos alcanzó el 14,2%, por encima de la media europea.

Los grandes distribuidores deciden no sólo cómo consumimos y a qué precio pagamos los alimentos, sino también qué consumimos y especialmente, qué comemos. Los cinco mayores supermercados del país se reparten en torno a la mitad de las ventas de alimentos y productos comestibles.

Los supermercados imponen precios que a veces rozan los costes de producción, pero también otro tipo de condiciones muy difíciles de asumir, el pago a 60 o 90 días, o la devolución de productos que no han vendido.

Desde que el modelo de los supermercados e hipermercados se hizo hegemónico entre los años 80 y 90, en diferentes rincones del planeta se ha dado el mismo fenómeno, menos proveedores locales y más presencia de grandes multinacionales en las estanterías del supermercado.

Según la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos la diferencia porcentual entre el precio de origen y de destino –es decir, entre lo que se paga a las productoras y lo que finalmente pagan en caja las consumidoras̩ llegó en 2022 al 1.021% en el caso de las naranjas, 965% para los limones, 581% para las zanahorias o 532% para las cebollas. Esto implica la ruina de muchos productores agropecuarios.

Ahogados entre los elevados costes de producción y los ajustados precios que pagan los distribuidores, los empresarios agrícolas recortan del único elemento de la cadena sobre el que conservan el control, la mano de obra. Y este es uno de los motivos de que los derechos de las personas que trabajan en el campo sean pisoteados sistemáticamente.

Necesitamos emprender cambios estructurales y para ello, la sociedad debe entender lo que se juega en el campo de la alimentación, por cuestionarnos nuestros valores y prioridades como sociedad. parafraseando a Aguirre somos lo que comemos, pero sobre todo, comemos lo que somos.

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